Recuerdos creciendo como Testigo de Jehová

(Reciclando otro escrito de mi diario de 2017, cuando escribí esto, estaba en pleno conflicto de seguir siendo o no Testigo de Jehová, fue como una compilación personal, una autorreflexión para poder entender qué pasaba conmigo y mi conflicto moral con esa religión)

“Recuerdo que desde pequeña me llevaban a la reunión, las reuniones de congregación en ese entonces a las que yo iba eran en una casa particular, adaptada con una plataforma para conferencias, supongo que no éramos muchas personas, calculo unas 50, pero es difícil saberlo a ciencia cierta porque en esa época yo no me fijaba en las cantidades, y el lugar a mi parecer era grande. Mi papá era quien subía a la plataforma para dirigir el estudio bíblico mediante analizar la revista La Atalaya, había otro hombre en la plataforma, quien iba leyendo párrafo por párrafo del tema elegido de la semana, y tras cada lectura mi papá hacía las preguntas que se planteaban en la revista, los asistentes levantaban la mano para responder y mi papá elegía a quien dar la palabra para que dijera la respuesta en público, lo cual era en base a lo que cada quien estudió y entendió de la revista. -Para mi como niña de aprox 4 años de edad eran terriblemente aburridas-.

Y luego estaba el estudio del libro semanal, esa era otra reunión de menos personas, teníamos que ir a reunirnos a la casa de algún hermano; (entre creyentes nos llamábamos unos a otros hermano o hermana), quien disponía su sala y sillas para que nos sentáramos los asistentes. Nuevamente mi papá era quien tomaba el sillón o asiento principal de cara a los demás asistentes; porque él era quien dirigía el estudio bíblico mediante analizar un libro publicado por la Watchtower, que también se elegía por esta organización, así como las fechas para irlo estudiando al mismo ritmo en todo el mundo.

Era tan tedioso para mí que si mal no recuerdo entre los 7 y 8 años, empecé a tener un síntoma físico algo extraño y molesto, hasta ahora nunca he escuchado que le suceda a alguien más, (me gustaría encontrar a alguna persona que me diga que le ha pasado algo similar para no sentirme tan rara ;P). Lo que supongo era la causa, es que le tenía miedo al enojo de mi papá -una vez me fue mal por no poner atención en el estudio de libro y quedarme dormida-, teniendo que estar tanto tiempo sentada, escuchando cosas tediosas para mí, sin poder dormir, ni decir que no quería estar ahí, tenía que fingir estar atenta… lo que me pasaba entonces es que me entraba tal desesperación, que al no poderla expresar, como que se convertía en un calor ardiente en mis pompas, que hacía que me moviera de un lado a otro de la silla, -mi hermana me decía que parecía lombriz- y es que del calor que sentía lo que yo quería era sentir el lado fresco de la silla, pero rápido sentía que se calentaba, y era como insoportable literalmente estar sentada, eso hacía que me desesperara aún más. Muchas veces mi único escape era pedirle permiso a mi mamá para poder ir al baño, por lo regular yo ni ganas tenía de ir al baño, y aparte también tenía limitadas las idas al baño a una por reunión, pero eran mi único alivio de ese malestar, calor que sentía y desesperación, más cuando me sentaba en la taza fría del excusado XP.

Con el tiempo aprendí a divagar mi mente, soñar despierta, imaginar fantasías mientras ponía cara de atenta, para que mis papás y un anciano de congregación (uno de los pastores, pero les llaman ancianos ahí) que también se creía mi papá, no me regañaran.

La idea de Dios para una niña

Me faltaba añadir un estudio más, otro momento para sentarme, en este no era tan tedioso porque era la parte en que mi papá se sentaba conmigo individualmente, para enseñarme de la Biblia a través de un libro de lecturas bíblicas diseñado para niños, con ilustraciones, aparte de que mi papá me preguntaba las típicas preguntas de lectura de comprensión (que por cierto todas las reuniones de Testigos de Jehová están diseñadas para ser respuestas de lectura de comprensión, no para dar tu opinión ni filosofar, si acaso alguna que otra sobre sentimientos, pero sin salirse del esquema planteado en la revista o libro), pero al menos en ese estudio yo también era libre de hacer preguntas.

Supongo que cuando era niña era difícil concebir la idea de Dios, yo hacía las típicas preguntas: Si Dios hizo todo ¿quién lo hizo a él?

De pequeña no era fácil entender la respuesta de que era eterno y que no tuvo principio ni tendrá fin, pero igual aceptaba como verdad absoluta todo lo que mis papás me decían.

En mi mente de niña también tuve esa etapa en que las cosas son buenas o son malas, blancas o negras, así que cuando veíamos en el estudio el hecho de que Dios mataba (con diluvios, con lluvias de fuego, con sus ángeles y también les ordenaba a su pueblo que aniquilaran al otro pueblo que adoraba Dioses falsos, y que también iba a matar a los “malos” en el Armagedón) para mí era difícil de entender, porque si Dios era amor, y era todopoderoso, ¿por qué los tenía que matar?

Una vez le dije a papá pero ¿por qué los tiene que destruir a los “malos”? si es todopoderoso ¿no puede hacerlos buenos? Papá me decía -no porque como Dios es amor, nos hizo con libre albedrío, y si a todos nos hiciera buenos, sin que podamos elegir, no sería amoroso, ¿no te gustaría que te obliguen verdad?, no serías feliz si te obligan a obedecer(y claro que no lo era)-. Pero entonces yo pensaba, pues si es todopoderoso, puede hacer que la gente quiera ser buena y feliz, así no habría que “obligar” a nadie a obedecer porque todos ya serían buenos, queriendo ser buenos. Papá decía que eso no sería libertad, y que los “malos” tenían que ser destruidos para que ya no molestaran a los buenos y los buenos pudieran ser felices en la tierra. Ok vale, se la tomo por buena, pero entonces yo le dije un día, -si Dios es todopoderoso, entonces puede hacer un planeta para los malos y otro para los buenos y así no tiene que destruir a nadie-. Total que cuando papá se desesperaba de mis alegatos o no me podía contestar una pregunta simplemente me decía, pues en el “nuevo orden” le preguntas a Jehová. Así que mi curiosidad nunca quedó del todo satisfecha en mi infancia, y nunca tuve la devoción y el amor a Dios que sí tenían otros niños, (como mi hermana por ejemplo).

El “nuevo orden”, por alguna razón, a pesar de que los Testigos predican todo el tiempo que el fin está cerca, en mi mente de niña siempre estuvo lejos, cuando le decía a mi papá quería una casa con jardín para poder jugar me decía que esperara hasta el paraíso y yo le contesté que para entonces dejaría de ser niña y ya no tendría caso. Tampoco me corrigió, así que supongo que en su mente tampoco era algo tan cercano.

Con el paso del tiempo aprendí a contestar lo que ellos (mis papás y los hermanos) querían oír. Pero siempre odié los momentos de estudio Bíblico y reuniones. Con el tiempo mi papá desistió de hacerme estudiar individualmente con él, sin embargo la hora de estudio familiar era obligatoria, y no era como la promueven ahora con actividades interactivas para niños, representaciones dramáticas y ensayos, en ese entonces con mi papá solo era leer y contestar, a pesar de que crecí en una familia religiosa, yo no internalizaba el concepto de lo sagrado, hasta hace poco.

Mi vida escolar siendo Testigo de Jehová

No a todos los niños criados como Testigos de Jehová, les pasa de forma similar, pero necesitaba escribir mi propia experiencia:

Así como me acostumbré a ignorar a los conferencistas adultos en el Salón del Reino (así se le llamaba a los lugares de reunión), en la escuela también tendía a divagar cuando las maestras explicaban algo, afortunadamente los libros explicaban lo mismo que las maestras, así que nunca tuve problemas de calificaciones, a pesar de ser distraída y no poner atención a las clases.

En kínder y preprimaria era fantasiosa y distraída, no sabía ni en qué día vivía, también era un poco antisocial.

Ya en la primaria, un día le conté a una de mis amiguitas que no existía Santa Claus, y que a Dios no le agradaban los cumpleaños, la niña se puso a llorar, y se lo contó a su mamá. Supongo que su mamá le dijo que yo era una mentirosa, y también le dijo que me acusara con la maestra, y bueno yo le tenía pánico a la autoridad, así que entonces yo me puse a llorar y bueno fue algo también medio traumático, aunque ahora pienso que todos tenemos episodios de niños que nos marcaron porque en esa edad somos muy sensibles, y como dicen todo es cuestión de como percibimos las cosas.

Pero recordando, yo tenía miedo mucho miedo al enojo de la autoridad, como les decía empezando por mi papá, pero también con las maestras. Si en la escuela las maestras decían que saludara a la bandera yo saludaba a la bandera, para los niños Testigos de Jehová es malo saludar a la bandera, se considera un acto de idolatría, pero yo no tenía el valor de actuar diferente, además de que ni entendía porque era un acto de idolatría, dudo que los otros niños lo vieran como adoración, incluso me lo decían. También hubo una vez en que nos dijeron en la escuela que escribiéramos un ensayo sobre los símbolos patrios, yo lo mandé como parte de mis tareas, eso sí mis papás nunca revisaban mis tareas, así que cuando me llegó un premio por mi ensayo, mi papá me felicitó y eso que ni lo leyó, ni sabía lo que decía el ensayo, yo creo se imaginaba que escribí algo defendiendo las creencias de los Testigos, pero en ese entonces yo ni entendía por qué saludar a la bandera era considerado un acto de veneración, (en realidad el ensayo decía puras cosas patrióticas que seguramente había escuchado de mis maestras o leído en los libros de la SEP) así que supongo mis padres daban por hecho que solo con ir a la reunión y escuchar (yo escuchaba la mitad de lo que decían, o menos) ya sabía y entendía mil cosas de la religión XD.

Nunca pude participar en las obras de pastorela en Navidad, aunque me hubiera gustado, en los ensayos de todas las fiestas siempre terminaba solo viendo desde la banca por no poder participar.

Ahora cuando veo como se prepara a los niños Testigos para predicar en la escuela y con lo que algunos niños hacen y dicen, me doy cuenta de que crecí con doble moral, mis padres me decían una cosa pero no se preocupaban mucho por inculcarme esos valores de verdad. Aunque ellos no lo notaban. Y quiero recalcar que no es para nada juicio en contra de mis padres, sé que me criaron de la forma que consideraron la mejor para mí en ese entonces, con el mayor amor de su parte, y que lo que me enseñaron era porque ellos lo creían, también se cansaban, y también había cosas que no sabían responderme, pero lo que me enseñaron fue desde su verdad, nunca me inventaron cosas, ni trataron de engañarme.

Aún así yo carecía de convicción en lo que aprendí con los Testigos, es decir, lo que aunque aprendí tenía para mi toda la lógica armada, pero en mi interior siempre estaba la duda, ¿y si no es completamente cierto? Al final lo que me motivaba a hacer lo que me decían en las reuniones, era el miedo, ¿qué tal si si es cierto y soy destruida si no obedezco?  Sentía que tenía que obedecer también porque era “lo correcto”.

Por otro lado mi mamá siempre me dijo que el sentimiento que debe motivarte a hacer lo que es correcto es el amor, pero yo siempre pensaba, es que yo no siento el amor, no siento la devoción. Ellos decían que el amor no tenía que sentirse, ya que era un amor basado en principios, (hacer el bien a otros), vaya concepto más abstracto y frío – al menos desde mi percepción-.

Sé que no puedo culpar a mis padres por lo que pasé, y por eso siento que necesito seguir escribiendo de mi pasado, lo que aprendí, lo que anhelaba, porqué hice o no hice algunas cosas.”

Este si fue un relato algo largo, si me has seguido hasta aquí, solo puedo decir gracias, gracias y más gracias, ha sido todo un proceso, y espero que si lo has leído es porque algo tenemos en común y deseo que en tu propio proceso de despertar, crecimiento y espiritualidad, te halles mucho más sereno y en paz, que lo que yo estaba cuando empecé con estos escritos, si tienes alguna historia de dilema moral o religioso, me encantaría leerte, puedes dejarme un comentario, o escribirme en mis redes sociales.

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