Mientras escribía sobre el final de mi matrimonio, sonó mi celular, era mi abuelita, me dijo – si quieres ver a tu abuelito con vida, vente ya, está agonizando y no le queda mucho tiempo, ya están todos aquí y tu papá también ya viene en camino-.
Después le marqué a mi papá, él me dijo que mejor no viajara de noche, tuvo razón, no era seguro para mi moverme a esa hora. Así que decidí esperar a la mañana siguiente.
Y la verdad es que no había caído en cuenta de lo que significaba, primero intenté continuar escribiendo, pero miré hacia la puerta blanca del baño que estaba abierta, y la sombra de la ventana se veía reflejada en ella, las barras reflejadas de la ventana en la puerta, una a una, desaparecían a los pocos segundos mientras atardecía, y no había más fuente de luz para reflejarlas, fue entonces cuando lo entendí, así como desaparecía ese cuadro, ese momento único de luz reflejada en la puerta, que ya no iba a regresar, y se iban desapareciendo lentamente, así se estaba yendo la vida de mi abuelito, ya no regresaría más esa misma luz, de esa misma forma, ese mismo destello de vida.
Hasta ese momento lo entendí y rompí a llorar, una parte de mi espera que mis familiares no lean esto porque es la cruda verdad, nunca me sentí tan cercana a mi abuelito, él era la clase de persona que estaba siempre dispuesto a ayudar y tender una mano a sus seres queridos, dependieron de él muchas personas, y él quería seguir ayudando, estoy segura de que nunca fue su intención dejar sola a mi abuelita, porque ella dependía de él. Hasta mi hermana le dijo que había sido su superhéroe, y sí, cuando mi mamá o ella tenían algún problema iban con él.
Yo solo lo hice una vez, (al menos que yo recuerde), como que tenía una resistencia a pedir ayuda, hasta a mi propio abuelito, es como si antes pensara que tenía que lograr todo sola, aún es un área de oportunidad para mí el aprender a pedir ayuda. Ese día, estaba cansada de caminar bajo el sol, y estaba en mi periodo femenino (era precursora regular con los Testigos de Jehová, y entre que sentía que era mi obligación predicar hasta tarde, y entre que me desgastaba sobremanera porque no lo hacía de corazón sino por el puro sentido del “deber”, era agotador) faltaban solo un par de cuadras (aunque largas) para llegar a mi casa, y mientras pasaba por la gasolinera de la esquina ahí estaba mi abuelito cargando gasolina, y fue un alivio verlo porque sentía que no llegaba del cansancio. (También en ese entonces no tenía tan buena salud, solía enfermarme más seguido).
Así que le dije -abuelito ¿me llevas a mi casa? – Me dijo -Sí hija súbete- Y me llevó a casa, le di las gracias y después mi mamá me contó que cuando lo vio, él dijo que se le había hecho raro que yo le pidiera ayuda (porque era la nieta que menos veían, la que menos frecuentaba la casa, y la que menos les marcaba por teléfono). Pero lo que sé es que él era feliz ayudando así en todo lo que podía, y más a su familia.
Cuando mi hermana y yo éramos niñas e íbamos a verlo nos llevaba a la tienda y nos decía que agarráramos lo que quisiéramos, no nos limitaba, (aunque mis papás si me decían que no podía agarrar lo que quisiera, que solo escogiera una cosa, aunque mi abuelito dijera que lo que quisiéramos). También estando en la casa de mis abuelitos nos decía -haz lo que quieras, aquí es tu casa.- Y después mis papás me decían -no, no es tu casa compórtate- y bueno la contradicción, por eso no estaba yo cómoda, pero ese no es el punto de la historia, el punto es que aún habiendo conocido su lado generoso, no puedo decir que lo haya disfrutado mucho, y no porque él no estuviera presente, claro que lo estuvo, el problema no era suyo en lo absoluto, diría que era mío, de mis creencias y contradicciones familiares propias.
Y por eso no supe qué decirle, no sabía si ir o no antes, solo tenía ganas de decirle que no se preocupara por mí, que yo estoy bien gracias a lo que me dejó, su legado, su linaje, sus raíces, y que aunque yo no lo percibiera en su momento, sé que me dio fuerza para estar donde estoy ahora, quizás no tengo la vida que él idealizaba para mí, porque aunque no tenga casa, ni carro, ni pareja, y ya no estoy en mis 20s; me siento más sana que nunca a comparación de antes, más tranquila que nunca en relación a mi soltería, más empoderada que nunca en relación a mi economía, más en paz conmigo misma y disfruto más el presente y cada momento único como antes no lo hacía. Tampoco soy la “niña bonita” que él quizás imaginaba que yo era, pero en definitiva me siento toda una mujer completa ahora.
Ella si estuvo a su lado, me avisó cuando llegó y me dijo que aún escuchaba, así que le mandé el audio a ella para que se lo pusiera, le dije que estoy bien, le di las gracias por su fuerza que me dio, y pensé, aparte de reafirmar mi cariño, darle las gracias por lo que tengo y decirle que estoy bien ¿qué más podría decirle? Supongo no hubiera sido atinado para mí estar ahí, no hubiera sabido manejar la situación.
Lo único que sentí que podía hacer en ese momento para honrar su vida, al entender como se estaba yendo, fue encender una luz con intención, de agradecer su vida, y de pedir que se fuera en paz. Hacer una práctica con intención, fue la primera vez que lo hice así. Sale sobrando explicar el cómo lo hice o hacia qué o quién dirigí la plegaria, lo importante fue el hacerlo desde el amor y una intención honesta.
Por mi parte agradezco el formar parte del linaje de un hombre como él, sé que tuvo su sombra y oscuridad como cualquier otro ser humano, que se esforzó por hacer las cosas lo mejor que pudo, que tuvo pérdidas, dolor, enojos, dudas, miedos, que amó profundamente, y eso es lo que más importa. Estoy segura de que el resto de mi familia, y todos los que fueron sus amigos y conocidos, pueden tener muchas historias más bonitas que contar sobre él… aunque también viven a su manera este duelo. Gracias por tu vida abuelito Ruperto, descansa en paz.